Andrea Carolina Saavedra

Foto tomada por Carlos Lema

Conocí a Valentina en la clase de puesta en escena de cuerpo y nuevo medios, facilitada por Eloísa Jaramillo. Era una clase dada en periodo intersemestral, así que, seguramente, las personas que nos encontrábamos allí, estábamos intentando adelantarnos en el tiempo. Cuando hablé con Valentina la primera vez, al interior de esa clase, la percibí como una ‘pelada’ sencilla, tranquila, pero de opinión tajante. También, ante mis ojos, la vi como la clase de persona que siempre estaba ‘bien puesta’ en cuanto a lo que decía y hacía. Sin embargo, también noté en ella una actitud tímida; sobre todo al momento de ‘pasar al frente’ a exponer algún ejercicio. De cierta forma, me vi reflejada en ella: una mujer que no le costaba mucho decir lo que pensaba, pero sí mostrarlo con el cuerpo. Aunque la verdad, hoy en día, pienso que es un momento importante por el que pasamos todos los artistas escénicos. Irónicamente, la mayoría de nosotros sentimos temor y vergüenza en el escenario al principio. Así que Valentina y yo, no éramos la excepción.

 

A lo largo de esa clase hablamos de temas interesantes que interpelaban, directamente, la noción del cuerpo. Hicimos varios ejercicios juntas y toda la dinámica normal de la academia entre pares, sin embargo, donde descubrí el pensamiento de Valentina, fue en los descansos y en el tiempo de almuerzo entre clases. Hablaba con Valentina de libros, del pensamiento crítico que debemos tener los artistas frente a nuestros contextos inmediatos y cómo poder aportar con nuestras creaciones a la sociedad. Las conversaciones con ella han sido una de las situaciones que más he valorado de nuestra amistad y relación de pares; donde, en definitiva, siempre me ha dejado ver por medio de su don de la palabra, pero sobre todo de la escucha, su faceta de psicóloga.

En medio de estas conversaciones fueron pasando las clases, entre ellas técnica de circo y técnica básica de danza contemporánea. Pude observar en Valentina su rigurosidad por la limpieza en el movimiento corporal y cómo esto tantas veces la había y seguía conflictuando. Si en alguien he visto crisis y resoluciones, ha sido en ella. Para este punto, quiero caracterizar a Valentina con un adjetivo: resiliente. Lo anterior lo vi, especialmente, en la técnica básica de circo. Pienso que esa es una de las clases que, al menos, para mi, ha sido de las más desafiantes y sé que para ella también. El hecho de ‘tirarse’ al vacío para un salto o tomar impulso encima del trampolín para realizar alguna figura en el aire, configura un momento en el ‘ahí y ahora’, donde el acontecimiento más grande resulta ser enfrentarte a tus propios miedos. Y menciono esto, porque mientras lo escribo, recuerdo a Valentina dando un paso atrás, decir ‘Leo, yo puedo’ y correr para intentarlo; aunque el intento no resultara muy bien o, por el contrario, culminara en dar saltos de la emoción; tan característicos en ella.

De la técnica en danza que tiene Valentina, podría decir varias cosas como que siempre se ha preocupado por la línea, por seguir las instrucciones, por llegar en el tiempo preciso y por ‘hacerlo bien’. Sin embargo, en mi concepto y por la noción que tengo actualmente de nuestra profesión, me parece una conversación aburrida. Encuentro más interesante hablar de Valentina en los momentos donde la comencé a ver improvisar y preguntarse por las pautas donde no habían pautas. Esto comenzó en las clases de la técnica básica de danza contemporánea, especialmente, en algunos momentos que nos daba Jenny Ocampo para explorar y que, de pronto, por esa razón llegamos juntas, sin planearlo, al laboratorio de somática y creación en diálogo, con la misma maestra.

Lo anterior comencé a notarlo, sobre todo, en la clase de laboratorio de composición coreográfica, facilitada por Humberto Canessa. Sé que el proceso que tuvo Valentina en esta clase fue íntima e importante para ella porque nos hizo preguntarnos sobre cuáles eran nuestros deseos, miedos, sentimientos muy internos; y por lo que sabía de ella hasta ese momento, eran rincones personales a donde le costaba llegar. El resultado de esa interpelación fue ‘Frágil’; una composición que, en mi concepto, deja de lado la virtuosidad de la danza y explora, puntualmente, lo que la espalda y los movimientos desde los músculos que componen esta parte de su cuerpo, pudieron resonar y salir a flote en un vídeo de corta duración. En ese momento sentí que, la ‘pelada’ que había visto en cuerpo y nuevos medios, se estaba transformando.

Había una mujer, psicóloga y bailarina que se estaba comenzando a preguntar por ella misma y no por ella en relación con los demás. Nuestras conversaciones se seguían dando, incluso en la virtualidad que nos impuso la pandemia y donde comenzamos a hablar de la educación somática y la línea que podría ofrecernos este énfasis en nuestras investigaciones. Valentina comenzó a colocar sus intereses en la danza movimiento terapia y en los alcances que podría tener esto como creadora en una sociedad como la colombiana. Así, siento que su movimiento se fue alejando de esas líneas horizontales y verticales, para pasar a más espirales y curvas.

Por último, me encontré a Valentina, de nuevo, en la presencialidad, en el intersemestral de danza con Juliana Atuesta. Un proceso, netamente, autónomo. Trabajamos sobre un fanzine de mujeres poetisas y la vi desarrollando una partitura que si bien podía conflictuarla, en un momento también decidió mandar el raciocinio ‘al carajo’ y simplemente componer. Seguido a ese intersemestral donde, una vez más, estábamos adelantándonos en el tiempo, nos encontramos en nuestro último ensamble: danza tradicional con René Arriaga.

Este ensamble es una de las cumbres del proceso de Valentina. Siempre dispuesta, presente, reflexiva, crítica, preocupada igual por la línea, pero no tan recta como cuando la conocí en el 2018. Una artista que se pregunta, especialmente, por ¿cómo ayudar a los demás? desde sus habilidades y sentidos personales; que ha reforzado y trabajado por medio de la psicología y la danza. Sigo aprendiendo de mi amiga y compañera, todos los días; incluso en los que no hablamos tanto o en los días en los que solo nos saludamos. Me siento agradecida y valiosa por contar con su presencia y sus palabras en mi vida y en mi proceso.

Andrea C. Saavedra C. 

Periodista y artista escénica